martes, 12 de diciembre de 2006

La Navidad del dios mercado

Un punto de vista cristiano...creo interesante tenerlo en cuenta!


¿El niño Jesús es el consumo?
La Navidad del dios mercado
RD
Viernes, 16 de diciembre 2005
Ni pesebres ni villancicos. Parte de España ha optado por eliminar la simbología religiosa de las fiestas navideñas. ¿El Niño Jesús es el consumo? Amenazan las navidades sin Navidad. O una Navidad por lo civil. Algo así como el circo sin leones. El belén sin nacimiento. En aras de la laicidad a veces mal entendida y de la insoportable presión del dios dinero, se extiende por todo el país lo que algunos llaman ya la peste blanca: la Navidad laica. La Iglesia, como es lógico, pone el grito en el cielo y llama a sus fieles a defender los símbolos de la tradicional Navidad cristiana.
Hace unos años se estrenó una película en la que un monstruito con aspecto de ogro se dedicaba a robar la Navidad a los niños. Aquí y ahora, los ogros que quieren robar la Navidad son los apóstoles del consumo y de la laicidad mal entendida. Directores de colegios que prohíben los festivales de villancicos por sus “connotaciones religiosas”. En otras escuelas, el tradicional belén se sustituye por lo que se define como “paisajes de invierno”: ríos de papel de plata, laderas de musgo y espliego y montañas de corcho. Todo más o menos como siempre, pero sin el nacimiento.
La Navidad laica se impone hasta en las calles de la capital, que es, según Rouco, “la ciudad más pecadora de España”. La decoración navideña que cuelga en Madrid, con todas esas palabras ahorcadas como piratas, pretende ser una emancipación de la Navidad de su tradición religiosa. Y en vez de angelitos, campanas y aleluyas, las palabras navideñas son modernas: estupro, canuto... Eso sí, este año se ha añadido la palabra paz.
Las navidades ya no son lo que eran. Ahora, la religión no es sino una excusa y consumir, cuanto más mejor, se ha convertido en el único termómetro válido de estas fiestas. De hecho, para el 68% de los españoles, la Navidad “es cada vez una fiesta menos religiosa y más comercial”, según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Como era de esperar, la Iglesia se subleva ante la seducción imparable del dios mercado y ante estos ejemplos de comportamiento políticamente correcto llevados al absurdo. Fernando Sebastián, el líder natural del episcopado español que las ve venir de lejos, denuncia la pretensión de imponer una “Navidad laica”, despojada de toda referencia religiosa.
A juicio del arzobispo de Pamplona, “el modelo laicista y consumista lo está devorando todo”. Por culpa de “quienes quieren eliminar las referencias religiosas de la vida pública y construir una sociedad estrictamente laica, sin tiempos ni lugares para Dios. Una sociedad en la que todos hablemos, actuemos, vivamos y muramos como si Dios no existiera”.
Para monseñor Sebastián, esto no es moderno ni pluralista. O en todo caso, se trata del “pluralismo del rodillo, de la uniformidad y del silencio preventivo” y de los “pequeños caciquismos de quienes quieren aplicar estas ideas para ser más progresistas que nadie”.
En un ejercicio de infrecuente autocrítica, el prelado católico reconoce también que la Navidad se está tornando laica no sólo por la fiebre del consumismo, sino también por “la debilidad religiosa de muchos cristianos”. Por eso, invita a los creyentes a poner un belén en casa, “mucho mejor que la figura de Papá Noel o el árbol de Navidad”, rezar antes de la comida de Nochebuena o Navidad e ir a la Misa del Gallo.
Oleada de buena voluntad. Navidades hay muchas. La primera en llegar es la comercial. Omnipresente y apabullante. Luego viene la navidad sentimental, que cuaja en una vaga ola de buena voluntad. Como una espuma de bondad que inundara el globo: cartas, tarjetas, felicitaciones, mensajes sms, llamadas telefónicas... Más tarde es el turno de la navidad retórica. Todo se vuelve declaraciones de paz y fraternidad entre los hombres. Y a la rueda se apuntan los políticos, los banqueros, los periodistas y hasta los pícaros. Y sobre todo los tenderos. Juegos florales de una paz literaria.
Hemos interiorizado que hay que ser amables en estas fechas. ¿Una oleada sólo de hipocresía y falsedad? Quizás no sólo. La ternura navideña también puede apuntar a que queremos ser de otra manera. Como sostiene el sociólogo Javier Elzo, “estas fiestas seguirán vivas mientras lo esté la familia, una institución a la que, en una sociedad agresiva, cada día le pedimos más y más”. Es decir, mientras haya familia, habrá navidad.
Absoluto amor.
Además, tras las distintas navidades laicas que hoy en día se celebran, llega también la Navidad creyente, mucho más silenciosa y, por ello, mucho más importante y gozosa. La que equivale a “encarnación”, es decir a voluntad de Dios de hacerse carne y sangre con el hombre. “En navidad descubrimos que Dios, mucho antes que el poder absoluto es el absoluto amor. En navidad muere el Dios omnipotente y aparece el Dios entregado, débil, enamorado del hombre”, explica el párroco madrileño Miguel Angel González. El Dios loco de amor.
Como decía Ortega, “si Dios se ha hecho hombre, es que ser hombre es lo más importante que se puede ser”. La Navidad cristiana grita a los cuatro vientos que al hombre le cabe dentro nada menos que Dios. Es el milagro de los milagros.
Porque, para los creyentes, la felicidad no tiene plazo fijo y no está fuera, en un escaparate, en un vestido de noche, en un cotillón o en un buen cava. Maestros espirituales y psicólogos coinciden en que la felicidad es un estado profundo del yo que está por encima de los condicionamientos externos.
Navidad en el corazón. Para eso, hay que despertar. Como escribe Khalil Gibran, “si ves a un esclavo durmiendo, no lo despiertes a menos que esté soñando con la libertad”. Para el que sueña con la libertad ni el dios consumo de la navidad comercial y comercializada puede esclavizarle. Porque es libre para coger lo bueno que también hay en estas fiestas (descanso, vacación, encuentro humano) y dejar lo demás. Porque entonces, es Navidad en el corazón.
Como dice el obispo de San Sebastián, monseñor Uriarte, “celebrar la Navidad en cristiano equivale a recordar el misterio desconcertante de la encarnación. Y recordarlo comporta no sólo traerlo a la memoria, sino llevarlo al corazón y convertirlo en cercanía efectiva a los últimos”. A los que no cuentan.
Son las Navidades negras de muchos ancianos, emigrantes y sin techo, que pasan estas fiestas sin familia y sin el calor de un hogar. O para el millón de pobres que sigue habiendo en la próspera España, según denuncia Cáritas todos los años. Y aunque los más pobres y los últimos nos estorban, “la Iglesia y los cristianos no pueden encontrar razón de existir y derecho de hablar, si no se preocupan de ellos con obras y palabras”, advierte monseñor Uriarte.
Junto a los últimos y con un corazón libre, cuando se vaya retirando la espuma de las navidades comerciales, los cristianos podremos encontrar de nuevo, en la playa de la vida, la auténtica Navidad. Una navidad que hay que esperar, como se espera el Misterio. Hay que desearla. Y llega siempre. Tanto, que en dos mil cinco años, no se le conoce fallo ni retraso. Esa Navidad nadie nos la podrá robar.

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